Cada día creo menos en las casualidades; este post es uno de los hechos que lo confirman. En un principio tenía pensado subir como segunda entrada una reseña de la remake de
Skullman y sus anecdotas relacionadas, también oficiando de trampolín para hablar un poco del
rey del manga Shotaro Ishinomori.
Sin embargo, hace unas noches atrás, buscando una lectura rápida antes de ir a dormir, me topé con Koro Koro Soushi de Shintaro Kago. El primer capítulo se llama Famine, y no es apto para fans del moé o compradores de los mangas de Ivrea. Por el contrario, es un excelente ejemplo de lo que debería ser y decir el manga contemporáneo.
Sin ser un autor desconocido, Kago ha estado siempre relegado a una lectura de nichos. Aparentemente hay dos tipos de lectores de Kago. Por un lado, los disfuncionales autoconstruídos que le dedican alguna poco saludable paja a sus hojas. Basta entrar a los boards mas populares para comprobarlo. Por el otro, los geeks curiosos alertas de las tendencias de la net, que le han sacado un poco más el jugo. Lo que comúnmente mencionan de sus obras pasa por varios niveles.
En primer lugar, el uso de conceptos como motor constante del desarrollo (errático) de la narrativa. Por lo general, una asociación de dos lejanas ideas combinadas, como también una idea que se superpone en diferentes contextos de uso y crece hasta un punto insostenible, en el que se corta abruptamente. En segundo lugar, la constelación visual que propone. Los experimentos gráficos, lúdicos, seguidos por su ilustración de la violencia y el sexo, eroguro en tiempos del bisturí laser. Se le hace menos publicidad a los diseños de personajes, pero son fundamentales en esta formula. Tienen cierto vacío que le permite a Kago usarlos para jugar con ellos. Les pone y saca rasgos étnicos e indumentarias, al igual que miembros, organos, modificaciones biomecánicas o directamente representaciones abstractas. Y en el proceso deja en claro que sus coordenadas de belleza y proporción no andan cerca del manga de la década, ni tampoco necesita bajar hasta el heta-uma para llevar la contra.
Todo esto es sin duda cierto y se ha señalado bien, pero hay otro aspecto que define a Kago y unifica todo eso a lo largo de sus trabajos: la exposición, reflexión y crítica, mediante el absurdo o el gore, acerca de la vida en la era informática. Hábil como es, no se le escapa nadie: ni la historia, ni su país, ni las potencias, ni el poder médico, ni las relaciones interpersonales, ni cualquier elemento que comprenda al Orden. Encima, y este es el segundo de sus aspectos esenciales, el estilo narrativo libre y arborescente, lo usa para referirse a todos esos tópicos sin jerarquías ni encapsulamientos. Todos los comentarios que hace pueden aparecer en cualquier momento y en cualquier historia, sin importar que vino antes o va después. Da escalofríos pensarlo, pero si, hay una conexión entre los tópicos, lo que tiene un mensaje evidente a su vez. Y finalmente, el detonador para que los mensajes estallen en el momento justo, se basa en un uso tan medido como arrítmico de la expectativa.
Este pequeño capítulo, Famine, fuera de tener una de las escenas mas insoportables y angustiantes que he visto en cualquier medio en general, es tan solo un recorte de la biblioteca de Kago que la suerte puso en mi pantalla. Podría tomar otra parte dentro de este mismo manga, o podría tomar alguno de sus one-shots y se apreciaría la misma tendencia multitemática. Para verla en detalle, voy a detenerme en las páginas mas ricas de Famine; en los comentarios esta el link de descarga.
Contexto: Japón feudal.
Página 8. Se intenta plantear exactamente desde el inicio a qué se enfrentan los personajes de la historia. Aparece una amenaza en el cielo, lo que se traduce en todas las amenazas divinas o extraterrestres. Rápidamente se sugiere una amenaza natural con la erupción de un volcán. Japón conoce bastante de ambas. Las amenazas se encadenan hacia una amenaza de tipo socio-económica, tranquilizada, como en los noticieros.
Página 9. La amenaza toma cuerpo, pero no se individualiza, sino que pasa a una especie. Zombies, locos, caníbales, necrófagos: se confirma el peligro (y todas las otras amenazas quedan como lo que son, una provocación). En la oscuridad creciente aparece la salvación, en dos, como las pantallas de selección de personajes. Por un lado, el feudo que resolvió el problema por una vía racional-humanista. Con dos viñetas alcanza para explicar toda su historia. Por el otro lado, presenta al feudo del que va a tratar el manga.
Página 10. Uno esperaba la descripción del feudo, pero al contrario, se apaga la voz en off y se termina el paseo documentalista. El lector queda solo, a nivel del piso, en un lugar silencioso.
Página 11. Se nos presenta clinicamente la gran situación. Es horrible, pero en realidad no tanto. ¡Es divertida! Es algo muy loco pero limpio lo que propone Kago, ¿verdad? Es un ejercicio de conceptos no más, con gore al pedo, por elección estética. Incluso nos pone un objetivo esquema para entender el horror. Le sigue a eso el primer golpe político, sorprendentemente in your face y sarcástico.
Página 14. Surge un conflicto, y los personajes (Kagari y Saki) se ven impotentes ante el mismo. En un momento así, con una muerte fijada, los personajes deciden ir al otro extremo, tener sexo, que es la vida fijada por definición. En esta escena, gracias a su tono y velocidad, queda patente lo ríduculo de este generalizado planteamiento de consuelo.
Página 19. Saki esta a punto de ser sacrificada, pero la Princesa del feudo la pide para su diversión personal. Una escena de la que uno esperaría comedia a continuación: un típico argumento comédico japonés el de las relaciones jerárquicas al punto que la sumisión de uno sinonimiza con la de una mascota, y la autoridad del otro a la de un padre o dueño de una lámpara. El escenario queda definido, y la acción de esto se desarrolla al dar vuelta la hoja.
Página 20. A Saki le arrancan los párpados y la vemos en una cámara de torturas, con una expresión que uno quiere creer imposible. La Princesa toma un sorbete y se lo clava en el ojo, no sin diversión, preparando la idea de una larga y lenta sesión de tortura.
Página 21. Se muestra que la escena no es el ejercicio de la tortura por sí misma, sino la consumación de un gusto excéntrico, que no mide los costos y elimina todo lo que no sea el yo. La historia pasa a Kagari ahora. Él ve a una Saki celestial que afirma que su cuerpo fue cortado en pedazos y comido, connotando el paso del tiempo. Se explica el pasado y se espera la conclusión del futuro de venganza divina.
Página 22. Y lo que finalmente hay es una divergencia de la justicia hacia el placer. Más que el pene, Kagari tiene mutiliada su sexualidad, a lo que se le ofrece como remedio un sexo mágico, puro y trascendente. Kagari despierta del sueño, pero dice que prefiere y va a continuar buscando el amor y la sexualidad dentro de la fantasía, dentro de lo irreal. Quizá toda la historia este justificada por este clarísimo grito, que no puedo evitar asociar a los tan en boga géneros ecchi, románticos, lolicon y moé. Y a sus seguidores, obviamente.
Pero eso no es todo. La última viñeta nos muestra nuevamente a Saki siendo despedazada en vida. Nunca hubo paso del tiempo. Eso es lo que pasa. La crueldad en simultáneo. La tortura sucediendo al costado de las fantasías.
Y este es Shintaro Kago, ese autor considerado interesantillo, loquito, menor, niché. Él dice que hace kuso manga, algo traducido como manga de mierda. Probablemente sea acertado en tanto esa es la primera expresión que uno debería decir ante estas obras gigantes.