Le dije a Hernán que el domingo lo acompañaba a la feria a conseguir pilchas. La idea es hacerse un guardarropas bien flexible, que tenga de base una pieza de cada tipo (una campera de cuero, una de jean, una deportiva, etc), que tengan diferencias entre sí en cuanto a materiales, colores, proporciones, patrones, etc., pero que se unifiquen en lo vintage (uruguayo). En pocas palabras, contar con un vocabulario indumentario lo mas amplio posible para diferentes situaciones, pero que el estilo de ese lenguaje demuestre ser consecuente y sea reconocible. No se precisa guita, pero si una voluntad férrea para levantarse temprano el fin de semana, que es lo verdaderamente old school de toda la cuestión. Supuestamente, con los hallazgos de la semana estaba mas que contento y solo iba a ayudarlo; es lo que pensaría cualquiera. Sin embargo, al llegar estaba bastante claro que buscar juegos retro era la prioridad número uno. Como buen wingman, Hernán encaró por el carril de la izquierda y yo por el de la derecha, mirando los montones de basura como un kaiju que destroza edificios en Tokyo con su mirada de rayos laser. Errr, okey.
Ahora a lo nuestro. Lo primero que requechamos fue una NES. Juntarlas de la calle es un típico hit or miss: fuera de los problemas de alimentación o señal que puedan tener, la fija es que el conector de pines (donde va el cartucho), dé problemas para levantarlos. Por suerte este no era el caso: se trataba de una NES saludable. Bienvenida a la legión!
Metros mas adelante, junto a un montón de comics de Zinco, encontré este número de Crónicas de Atlantis. Hacía un buen tiempo no los veía. Años atrás se conseguían en cualquier batea de historietas de Tristán Narvaja o 18 de Julio, pero se debe haber corrido la bola de que es una miniserie excelente desde todo punto de vista. No creo se haya transformado en un cómic de culto si bien debería. En sólo 7 números se recorren todos los grandes eventos de esta Atlantis mítica a la que no le falta ni magia ni high-tech, cuya tumultuosa historia avanza a través de conflictos ambiguamente personales o ideológico-políticos.
Luego entramos por las transversales. Salté conmociónado al encontrar un lote de Super Nintendo. Es una consola que tiene muchos seguidores en Uruguay, incluso fuera del coleccionismo, por lo que es poco frecuente encontrarlos juntitos. Primero los carts piratas de Konami. Sunset Riders, uno de los mejores cooperativos de SNES y una demostración del pixelated chicken leg-western (resumiendo, todas esas líneas de fuga de las que se habla en los talleres de cine, tras una balacera multicolor). Castlevania: Dracula X no necesita presentación. Tengo claro que es muy difícil conseguir estos juegos originales, así que aproveché la ocasión para poder jugarlos en la TV por dos pesos. La piratería para un gamer sudaca es hacer patria.

De los otros juegos, el único que no tenía era el Super Star Wars: Return of the Jedi. Como todo juego occidental, se pone sloppy bastante seguido y el arte lo hace a uno dudar, pero hay que reconocer que es muy completo e intenta sacar lo mejor de los 16-bits, a su manera. Donkey Kong Country 3 y Street Fighter 2: Turbo son los juegos que uno quiere encontrarse repetidos para canjes, y hasta ahí parecía un cierre de semana ideal, pero antes de irnos nos encontramos este stand, joypad y transformador de Virtual Boy, rarísmo para una requechada callejera. Ahora descansará en el stock del videoclub hasta que alguna situación lo requiera. Espero sea en los próximos cinco años.
Antes de terminar el día, un feriante amigo me dió ese Squirtle que tiene una tapa donde aparentemente se guardaba algún líquido. No sin recomendarme un uso posible: "Para guardar los saques!"
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